Ulises
Me llamo Ulises, y Garmendia ha sido mi apellido toda mi vida. Ahora estoy en busca del apellido que me falta, aunque no se si tendré suerte. Busco a mi padre.Y espero que si alguien tiene alguna información sobre él por favor me lo haga saber, a través de este blog o a través de mi twitter: www.twitter.com/tlmaco. Con este blog comienza mi viaje, diferente a cualquiera de los que he hecho antes. Creo que tengo derecho a saber porqué mi padre ha estado muerto 25 años, y no pararé hasta preguntárselo a la cara.
EL VIAJE DE ULISES GARMENDIA
Habitación 306
Sigo a Miriam por los pasillos un poco encogido, todavía me tiran los puntos del disparo. Llegamos a la habitación 306, en la puerta hay dos hombres: uno alto con barba y otro más canijo y regordete. Uno de ellos podría ser mi padre. O puede que mi padre esté dentro todavía. No sé qué hacer y me doy la vuelta «Miriam, no puedo hacer esto, vámonos a casa». Miri me frena y me mira enfadada. «¿Eres valiente como para parar un disparo y no lo eres para hablar con tu padre?»… No me ha gustado que me diga eso, pero tiene razón.
Una niña rubita de unos cuatro o cinco años sale de la habitación, sonríe y da saltos. Se encarama al hombre de barba y se marchan los tres juntos al ascensor.
Me asomo a la habitación. Está vacía. Miriam me dice que se quedará vigilando la puerta. Todavía no sé para qué voy a entrar, y dudo de nuevo: «Eeh… yo… mejor n… » pero de un empujón Miri me mete dentro y cierra la puerta.
Dentro de la habitación todo parece más cálido. Hay flores por todos lados, y tarjetas. Hay una bandeja con un desayuno sin tocar en la cama.
Una voz me sobresalta: «¿Vienes a verme a mí o a curiosear mis cosas?». Me doy la vuelta asustado, debe ser Marisa. Es guapa y más joven de lo que me imaginaba. Tiene una mirada dulce, muy de madre. No sé qué decir. «No… Venía a… a llevarme la bandeja del desayuno. Pero veo que no se lo ha acabado» «¿Tendrías hambre si supieras que te vas a morir?». Me quedo de piedra y hago como que entiendo «Mujer, en esta vida no hay nada seguro. El tratamiento de hoy en día es muy bueno». Me sonríe divertida y me mira de arriba a abajo muy cómplice, mientras se pone una chaquetilla. «Tú no eres enfermero… ni celador, ¿verdad?».
No sé qué contestar y miro la puerta pensando cómo salir de ésta. Marisa se acerca, cariñosa: «Pero hijo, no te agobies, que no pasa nada. Venga, dime, ¿qué estás buscando?».

No hay comentarios:
Publicar un comentario